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domingo, 18 de mayo de 2014

Capítulo III: Envés

Aqua está en la cima de su locura:

Luego su angustia creció hasta alcanzar la insoportable enormidad de la pesadilla, haciéndola gritar y vomitar. Pidió (y fue autorizada, gracias al peluquero del hospital, Bob Dean) que le cortasen sus bucles morenos de modo que no quedasen más largos que una punta de aguamarina, porque le crecían hacia dentro de su cráneo poroso y se retorcían en su interior. Pedazos de cielo, o de pared, serrados como piezas de puzzle, se desunían, por muy esmeradamente que pudieran haber estado compuestos en su anterior unidad: el más ligero choque, el codazo de una enfermera descuidada, bastaba para destruir la cohesión de aquellos fragmentos ingrávidos, que se convertían en espacios vacíos incomprensibles de objetos anónimos, o en el envés en blanco de monedas o fichas de «Scrabble» a las que ella no podía dar la vuelta, porque un enfermero de ojos negros —los ojos de Demon —le había atado las manos. Pero, pronto, el pánico y el dolor, como un par de niños

envés.

(Del lat. inversum).

1. m. Parte opuesta al haz de una tela o de otras cosas.

2. m. coloq. espalda (parte posterior del cuerpo).

3. m. Bot. Cara inferior de la hoja, opuesta al haz.

haz3.

(Del lat. facĭes, cara).

1. f. Cara o rostro.

2. f. Cara de una tela o de otras cosas, que normalmente se caracteriza por su mayor perfección, acabado, regularidad u otras cualidades que la hacen más estimable a la vista y al tacto.

3. f. Bot. Cara superior de la hoja, normalmente más brillante y lisa, y con nervadura menos patente que en la cara inferior o envés.

 

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