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lunes, 19 de mayo de 2014

Capítulo VII: Vicetiple / Concupiscencia / Flemática / Serrallo

Van se levanta, y trata de disfrutar una joven doncella:
Por el camino, en una habitación de esquina, encontró, de pie ante una alta ventana, a una joven doncella a la que había visto el día anterior y a quien había prometido mentalmente futuras investigaciones. La muchacha vestía lo que Demon llamaba, con una mirada de reojo sugeridora de sobreentendidos, «de negro vicetiple, con volante blanco». En sus cabellos castaños, una peina de carey reflejaba una luz ambarina. La contraventana estaba abierta sobre el jardín, y la muchacha, con una mano, en la que brillaba la estrella de un aguamarina, apoyada en alto sobre la jamba de la ventana, contemplaba un gorrión que se aproximaba saltarín a un pedacito de bizcocho que ella le había arrojado a las baldosas del camino. Su perfil de camafeo, su gentil nariz rosa, su largo cuello francés, blanco como los lirios, las curvas de su contorno (la concupiscencia masculina no llega más lejos en materia de hallazgos descriptivos), y, sobre todo, el instinto feroz de la ocasión favorable, emocionaron a Van de un modo tan vigoroso que no pudo por menos de coger por la muñeca el lindo brazo levantado, enfundado en una manga estrecha. La muchacha se soltó, e, indicando a su perseguidor, con su actitud flemática, que le había visto aproximarse, volvió hacia él un rostro atractivo, aunque casi desprovisto de cejas, y le preguntó si quería tomar una taza de té antes del desayuno. No, gracias... pero, ¿podía saber cómo se llamaba? Blanche, señor. Pero Mlle. Larivière la llamaba Cenicienta, porque sus medias tenían una marcada tendencia a caer en arrugas, ¿el señor entiende lo que quiero decir?, y porque lo rompía todo, lo perdía todo, y confundía las flores rojas con las azules. Van se aproximó aún más. Su vestidura suelta revelaba su deseo: un punto que no
podía escapar a la atención de una chica, aunque fuese ciega para los colores. Y mientras la mirada de Van, deslizándose un poco por encima de la peina de carey, recorría el horizonte doméstico con la esperanza de que un lecho practicable apareciese en algún lugar de aquel castillo encantado (donde cualquier sitio, como en las Memorias de Casanova, podía convertirse, por la alquimia del sueño, en el rincón de un serrallo recóndito), ella se escabulló fuera de su alcance y, en su dulce francés de Ladore, moduló este monólogo:
vicetiple.
1. f. coloq. En las zarzuelas, operetas y revistas, cada una de las cantantes que intervienen en los números de conjunto.
concupiscencia.
(Del lat. concupiscentĭa).
1. f. En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.
flemático, ca.
1. adj. Tardo y lento en las acciones.
2. adj. Tranquilo, impasible.
serrallo.
(Del it. serraglio, este del turco saray, y este del persa sarāy, palacio, morada suntuosa).
1. m. harén.
2. m. Sitio donde se cometen graves desórdenes obscenos.

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